Durante más de un siglo, las cajas registradoras nos han acompañado en nuestras compras. Su característico sonido ayudaba tanto a los encargados como a los empleados a conocer que se había realizado una venta o, simplemente, se había accedido al cajón del dinero. Inventado en 1879 y patentado en 1883 por James Ritti, las cajas registradoras han hecho que el comercio sea cada vez más sencillo y su gestión, cada vez más efectiva.

 

Para vender las cajas registradoras, James Ritti tuvo que demostrar que efectivamente funcionaban, no sólo para el control de las ventas y compras, sino para controlar a los propios empleados que, de este modo, justificaban la apertura de la caja ya que esta, quedaba registrada. Él mismo se ponía como ejemplo ya que sus empleados le «sisaban» o intentaban engañar, cosa que él advirtió y de ahí vio la necesidad de inventar algo que lo hiciera todo más sencillo.

Pero pasaron 7 años de esta primera patente hasta que Patterson comenzara la fabricación de forma que pudieran ser adquiridas a otra escala. NCR comenzó a añadir cajones especiales para cada empleado, con un sonido de campanilla específico para cada usuario, incluso comenzó a añadir la opción de emitir tickets impresos. A partir de este momento, nacen las cajas registradoras que habitualmente conocemos o que tenemos en nuestra mente cuando pensamos en una caja registradora.

NCR va más allá y consigue evolucionar las cajas registradoras con el funcionamiento eléctrico. A partir de ahí, las transacciones que podían parecer sencillas de forma mecánica, se consiguen expandir hasta niveles de contabilidad y gestión de empresa. A su vez, las cajas registradoras experimentan la inclusión de lo que hoy en día conocemos como módulos, por ejemplo, para distinguir alimentos de otros productos, ya fueran cigarrillos, ropa, etc. y todo en la misma máquina.

El freno llega de la mano del miedo al cambio, de la comodidad de tener una máquina en la que se confía y el pavor que produce tener algo nuevo, desconocido y que no sabemos si funcionará… ¿si funciona, para qué cambiarlo? Esa premisa es la que hace que el freno evolutivo se produzca. Sin embargo, las opciones, aunque menos, seguían ahí. Y las cajas registradoras que formaban parte del paisaje comercial, van adaptándose por necesidad. La necesidad de controlar no sólo el proceso de venta sino ampliarla a la gestión del stock, de los productos, de empleados… incluso tareas mucho más elevadas que requieren procesos muchísimo más evolucionados.

A partir de este momento, las cajas registradoras dan paso a modelos muy superiores, mucho más cercanos a los que hoy en día podemos ver todavía en muchos comercios. Las cajas registradoras electrónicas capaces de realizar tareas de contabilidad, control de stock, control y gestión de productos, sistemas de pago… etc. A esta evolución necesaria e imparable se añade la llegada de Internet…

Internet hace posible millones de combinaciones que crean otras millones de necesidades. La necesidad de poder vender en cualquier punto del globo terráqueo en el que dispongamos de internet… la necesidad de controlar las ventas estemos donde estemos… la necesidad de controlar nuestra tienda offline u online… etc. hace que las cajas registradoras sean muchísimo más.

No sólo nos referimos a la llegada de los dispositivos móviles. Las cajas registradoras de cualquier comercio de hoy en día, son capaces de mantener esa interactividad y comunicación con contables, gestores, administradores, gerentes, personal logístico, producción… etc. hasta controlar la trazabilidad y un larguísimo etcétera. Para el cliente también son ventajas. Cualquier comercio que pertenece a una cadena, en cualquier parte del mundo, simplemente con escanear el código del ticket es capaz de ofrecer las opciones que el cliente necesite, sin importar la ubicación… Eso es evolución.

Y si hablamos de los métodos de pago… entonces tenemos que hablar de los nuevos sistemas de pago a través de los dispositivos móviles, las tarjetas inteligentes, los relojes inteligentes, pulseras de pago… todo ello enlazado con las futuras cajas registradoras que serán capaces de evolucionar, consiguiendo servicios que sólo en las películas de ciencia ficción hemos visto. Publicidad específica para cada cliente en sus transacciones y tickets, newsletters automatizadas en la realización de la compra con la selección de productos relacionados con las mismas… etc.

El ábaco es el inicio más serio, pero su evolución al uso de una tablet, por ejemplo, como dispositivo de transacción y gestión ha sido una revolución enorme.

Gracias a las cajas registradoras los comercios a día de hoy pueden realizar tareas complejas y completas para administrar y mejorar sus negocios. Desde los sistemas TPV (por ejemplo nuestro diTPV) a los más complejos ERP (como nuestro diERP) conectados a las cajas registradoras añadiendo un enorme valor a una simple venta.

Si quieres conocer más a cerca de la historia de las cajas registradoras, entra aquí.

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